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7000 millones de otros

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Durante la edad media era normal que una persona naciera, viviera y muriera en el mismo sitio, sin desplazarse más que algunas millas alrededor, por tanto, siempre estaba expuesta a las mismas situaciones, los mismos vecinos y claro está, iguales e inamovibles costumbres, aquellas de las que se dice, hacen ley. Los pocos que se aventuraron más allá fueron reconocidos e inmortalizados por sus viajes épicos y llenos de hazañas, viajar era realmente una empresa monumental llena de retos, además por sus aportes al avance de las culturas al enriquecerlas con nuevas perspectivas y aristas antes desconocidas.

 

En la actualidad, viajar, definido hoy como movilidad, es un hecho constante y normal en nuestras vidas, más allá de movernos físicamente, nos movemos a través de las redes y los diferentes medios de información que nos exponen a la totalidad de las expresiones humanas, nuevas culturas, nuevos pensamientos e ideas inimaginables y peor, inaceptables para cada uno de nosotros por su rareza y en nuestro juicio malas; ciertamente, la vida apacible y sedentaria de nuestros antepasados nos llevó a construir barreras de pensamiento que daban por sentado que todos somos iguales y nos comportamos de la misma manera, aquellos que no lo hacen son catalogados como raros o desadaptados y sufren el escarnio público por romper el molde aceptado por la sociedad.

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Lo que es diferente nos causa inquietud y nos saca de nuestra zona de confort – construida a lo largo de generaciones- es justo ahí donde empieza el miedo a lo desconocido y termina la tolerancia; la mayoría de los seres humanos no aceptamos lo que no entendemos y, como no lo entendemos lo más sencillo es júzgalo como malo. La tolerancia es ahora una de las competencias blandas más necesarias en la sociedad actual y también una de las más escasas, nuestro cerebro y su manifestación, la consciencia, insisten en validar como adecuado lo que nos es cercano y conocido, lo demás implica peligro. Ser tolerante supone el desarrollo de habilidades como el respeto, la empatía y la solidaridad, exige ser flexible, saber escuchar y observar al otro aceptando y entendiendo la diferencia como una parte primordial de nuestra vida, vivimos en un mundo diverso y cada vez más pequeño que reclama mentes más grandes de pensamiento, ahora esa diversidad está justo a la vuelta de la esquina y no a miles de kilómetros como sucedía antes.

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El 16 de noviembre de 1995 la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura – UNESCO, en su asamblea número 28 desarrollada en París, suscribió la Declaración de Principios sobre la Tolerancia, definiéndola de la siguiente manera “La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz”. Esa misma fecha, el 16 de noviembre, se convirtió en el Día internacional de la tolerancia.

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La tolerancia es un constructo social, la sumatoria de los pensamientos individuales, que aporta a la paz y demuestra entre otras cosas, el nivel de desarrollo y educación de una comunidad en general, cada acto de intolerancia es per se, una incitación a la violencia y una muestra clara y evidente de la falta de educación e ignorancia de quien la manifiesta y promueve, esperamos que los demás sean como nosotros, porque creemos que representamos lo correcto, lo adecuado, ¡lo normal! Olvidando que, como lo dice la UNESCO, hay 7000 millones de otros.

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Para construir una sociedad que promueva la tolerancia y deje de rasgar banderas que según ellos no los representan, aunque en realidad materializan sus más profundos miedos, representándolos en sus vulnerabilidades, que nos permita mirar al otro desprevenidamente, sin necesidad de juzgarlo y a nosotros mismos sin necesidad de verificación y aprobación, lo necesario es iniciar por nosotros mismos, deshacernos de los pensamientos atávicos con los que cargamos y que no solo nos pesan, nos hunden en la ignorancia y dar un paso adelante en aceptarnos a nosotros mismos como somos, y luego, a los otros como un sin número de posibilidades aún desconocidas.

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¿Qué podemos hacer para desarrollar la tolerancia?

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  • Aprender a observar a los otros sin necesidad de emitir juicios, no es necesario definir sin son aceptables o inaceptables, normales o raros, simplemente diferentes;

  • Evitar los prejuicios, generalizaciones a las que nos conducen palabras como siempre, todos, jamás, etc.

  • Controlar la creación de fantasías a las que nos lleva el desconocimiento, la mejor manera de conocer al otro, es interactuando con él, ahí encontrarás que no es tan diferente como parecía;

  • Las actuaciones de los demás no deben ser vistas como algo que nos afecta personalmente, cada uno hace lo que cree que es mejor, incluidos nosotros mismos.

 

En mis talleres de comunicación tanto personal como organizacional, trabajamos desde el principio de la tolerancia y generalmente cerramos la sesión con esta frase que engloba todo lo que pienso sobre ella: “No te enojes, a veces el otro no entiende. Lo expresaste mil veces, pero no lo ve. No es tonto, no es malo, no es indiferente, es otro”

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¿Qué banderas estas ondeando y cuáles estas rasgando?

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COACH LEONARDO GUTIERREZ GIRALDO
 

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